11 jun 2010

Relato -Aves

Odio a las palomas. Odio especialmente las que se acercan a la gente anciana para pedirles de comer. Van caminando como si el mundo les perteneciera. Distraidas de todo, pero eso sí, dueñas de sí mismas. La mirada perdida en un grano de alpiste, porque algunas no se conforman con el pedacito de migaja. Avanzan con pasos decididos moviendo su cabeza antes que todo lo demás. Hasta pareciera que son precavidas. ¡Pues no lo son! Son idiotas y por eso el mundo las ama y las acobija. Les permite vivir entre los suyos y las cuida. 
    Odio su ridículo color indefinido. Gris, podrido. A veces algunas se adornan con verde o azul, pero son feas. Feas y mentirosas. La gente piensa que no las debo molestar. Me miran con reproche cuando corro para asustarlas en el parque. Ellas no deberían estar ahí. No dejan de molestarme ni aunque esté ahí tirado sin hacerles nada. ¡Que se vayan a sus alambres! ¡Que me dejen en paz!
    La gente no me da pan a mí. No me compra comida ni pasa al parque para alimentarme. No le gusta mi ropa sucia aunque a veces encuentre en el basurero alguna prenda de color. Esas veces me siento mucho mejor, porque parece que resalto. Tal vez si las palomas se fueran me voltearían a ver a mí. Si alguien ve a una enferma, la curan. A mí no me ha curado nadie, y me duele. 
    Odio a las palomas, pero me gustan las otras aves. Me gustan los cuervos porque son negros. Son inteligentes y consiguen su propia comida, aunque sea a costa de los ojos de otros. Mi cuervo está ciego y puede atrapar ratones en el basurero. No ve y me puede encontrar. No es idiota, como las palomas. Se queda conmigo porque sabe que soy mejor que los ancianos del parque. ¡Mi pobrecito cuervo! ¿Dónde lo dejaron. A dónde se lo llevaron? Ha de estar sufriendo sin mí. Yo nunca lo he encerrado en una jaula porque él no se va. Yo tampoco me voy a ir, pero devuélvanme a mi cuervo. 
    Esas palomas se van y regresan. Son glotonas y se alimentan de la bondad de los ancianos, y de los niños. Por eso no saben hacer nada. Solo vuelan y comen. Vuelan y comen. Vuelan. Comen. Vuelan. Y como vuelan y a mi me gusta que vuelen yo quise que me llevaran a volar. Pero son envidiosas. Ellas quieren que les des tu comida y ellas no te dan sus alas. Por eso están muertas. Por eso a mí me duele todo el cuerpo y no sé dónde está mi cuervo. 
    Yo las llevé una por una hasta el campanario. No tuvieron que caminar por las escaleras. Yo mismo subí y bajé veinte veces. Me las llevé una por una. A ninguna le dolió que le hiciera un nudito en su pata. A mí sí me dolió, aquí en mis muñecas. ¡No quería caerme y matarme! Odio a las palomas, porque no quisieron hacerme volar y ahora me duele el alma. 

No hay comentarios: