22 mar 2010

Bala perdida asesina pensamientos de joven de 21 años.


Creyendo, tal vez torpemente de que la edad de los cambios había terminado, salí a la calle a probar suerte con lo que había sido mi decisión armada de sueños. Recorrí las avenidas, grandes y chicas de mi ciudad y al no encontrar nada decidí salir de ella. 
Cada vez mi mochila rebosaba más de ideas y de preguntas que quería contestar. Muchas de ellas tuve que guardarlas en mi cabeza porque de tanto que se movían no me dejaban caminar. Empecé por creer que una decisión me encaminaría a mi manera de cambiar al mundo. ¡Pero qué estúpida he sido! 
Por un momento creí que esa era mi tarea, que como siempre si alguien más no hace las cosas las tengo que hacer yo. Ahora sólo me pregunto si mi pensamiento fue certero, creo que no. Primero, las grandes mentes de ahora me dicen lo mismo que siempre, nosotros somos los estudiantes que cambiaremos el mundo mañana. ¿Qué les hace pensar semejante barbaridad si sus maestros se lo dijeron a ellos, y ellos han decidido no hacer nada? 
Segundo, me dicen que lo más inteligente es huir de donde no soy apreciada y crear mi arte en otro lado. Dejar que la podredumbre y las ratas se coman a la demás gente, por fin no conocen ni quieren nada mejor. Mientras el olor de sus orines les cubra el del perfume de flores no tienen porqué desearlo. Claro que no podemos imponerles nada que no quieran, pero aunque ellos no lo vean su dignidad se va con la inmundicia por el caño.
Tercero, que en ese pequeño mundo de ilusión donde vivimos se ha infiltrado circunstancialmente todo de lo que nos hemos alejado. ¡Qué espanto! ¡Qué horror y qué desesperante! ¿Será que todo lo que vivo día a día es una gran obra de teatro en la que la protagonista se perdió en su sueño y se hizo ciega? ¿Será que debo seguir encerrada en mi momento de ilusión y pretender que efectivamente fue sólo un pequeño incidente. ¿Que no volverá a pasar? 
¿Y qué hay de todas esas personas que tienen que vivir así todo el tiempo? Ya están acostumbradas, pero de nuevo se acostumbran a la mierda, y no por eso deja de serlo. 
¿Qué hacer, si continuar siendo permisivos o arrojarnos al pánico colectivo? ¿A quién le demandamos seguridad, al gobernador o a los narcos?

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